“En una noche como aquella, no tan distinta, se desató la
tormenta tropical como para dormir bien, acurrucada, húmeda,
fetal, amaneció sin ropas, dominadora del espacio y encadenada
de su tiempo.
La mañana estaba cargada por el espesor de la selva misionera,
el calor no dejaba mover las paletas del ventilador de
techo, el sibilar de los engranajes se confundían con el aullar
de los monos y las carcajadas de los Arasaríes...”
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