GANADOR DEL PRIMER CONCURSO PROVINCIAL DE LITERATURA PARA PERSONAS CIEGAS O DISMINUIDAS VISUALES.
PREMIO ROMAN ROSELL

Comentario. Ana Guillot

Detenerse en el título del libro que hoy nos presenta Alejandro Lemos es ya un propósito que permite intuir lo que el mismo contiene: una aguda observación respecto de las relaciones humanas, color local en aquellas historias que citan calles y espacios conocidos y queridos, humor (tan necesario para el día a día), diferentes registros de narración (como si la subjetividad de cada uno de nosotros se desplazara intentando interpretar, asumir, codificar y nombrar la realidad).
Mirar es comprender, podríamos decir. Y comprender es ser capaces de elaborar ficciones que describan lo que habitualmente ocurre o puede ocurrir. Todos podríamos ser parte de alguno de estos textos; cada uno empatizará con ellos (tal como señala el amigo Eduardo Sacheri en su prólogo).
Pero Lemos dice también: visiones. Y no quisiera detenerme en la diferencia semántica entre ver y/o mirar, sino cavar un poco más profundo. Me gusta la idea de pensar en visiones desde una perspectiva onírica o fantástica; tal es el caso de varios de los relatos que acompañan la presente edición. Y entonces quisiera considerarlas no como argumentos que exceden lo cotidiano y se insertan en un mundo “más allá” o diferente, sino como visiones que, aún estando “de este lado de la realidad”, nos pertenecen. Quiero decir: sueños, fantasías, reminiscencias de nuestra biología, y no personajes que toman distancia de la misma. Todos comprobamos y penamos por la evasión de las mariposas en las grandes ciudades o podemos ser el soltel. Todos somos Ulises también. Puesto en el contexto que cada autor desee, los seres humanos estamos eternamente retornando a Ítaca.
De manera que miradas y visiones (también los visionarios son eximios narradores del oráculo, de lo porvenir) son, sencillamente, dos maneras diferentes de poner el ojo en los acontecimientos, a fin de describirlos.
Eso es, justamente, lo que hace a la riqueza del texto. Encontramos en el libro cuentos realistas, fantásticos, poéticos y hasta cercanos a la ciencia ficción. Cada uno reserva para sí un tono diferente, propio de su habitat. Pero todos se insertan (o podrían hacerlo) en el campo psicológico. La risa (o mueca) final de Jorge, la víctima del hipo, es una máscara de nuestra propio humor (negro, terrible), y cambiar la tuba por el clarinete no es más que una manera (flexible, resiliente) de adaptarse a los avatares y circunstancias que presenta e impone la existencia. Aún más: Scherezade continúa leyendo en el cuaderno lo que no está escrito; su historia de fantasía e iluminación traspasa los tiempos de Oriente hacia Occidente para que ella siga elaborando lo que los demás no somos capaces de inventar.
No hay duda, pues, de que Alejandro Lemos es un ser eminentemente observador y sensible que ha logrado, además, atesorar bellos inter-textos de la historia de la literatura para reelaborarlos en estos días y desde su propia perspectiva.
Un párrafo aparte merece el primer cuento: Duplex. Exquisitamente elaborado, incluye un elemento tan post-moderno como es el intercambio de mails. Ya no hay género epistolar, como en la novelas románticas. Ahora el ida y vuelta es virtual, computarizado. Pero cada nuevo correo señala un avance, tierno, humorístico y amoroso, en esa relación que, gradualmente, pasa a convertirse en centro y destino de los protagonistas. Hay que detenerse en el tratamiento que del mismo hace el autor. Cambian las propuestas entre los personajes, pero también se modifican las maneras, los apodos, las sugerencias, la intención. Lemos no se ha contentado con expandir la sucesión de secuencias, sino que ha entrado, literalmente, al corazón de Beatriz y de Fernando, y ha podido imaginar y plasmar las formas textuales de su comportamiento. Él firmará “Ferdo” sobre el final (con confianza, con complicidad); ella, ¿habrá sido todo el tiempo la Beatriz del Dante?
Tuve la suerte de acompañar parcialmente a este libro. Luego supe de su premiación. Y como la vida es tan mágica como la ve María (la del cuaderno), resultó que uno de los jurados había sido otro gran amigo, el poeta y narrador Mario Sampaolesi. Lo supimos cuando el premio era un hecho. Y me sentí feliz, porque sé de la exigencia literaria de Sampaolesi, de su agudeza como lector. De modo que me quedó más claro aún que estos relatos tenían timing, inteligencia, buenos diálogos, astutos narradores; es decir: materia para descollar por sobre otros.
Ojalá la vida los lleve por caminos exitosos. No es fácil el campo editorial. Es más bien exigente y aparentemente árido y solitario. Desde hace mucho que está pauperizado, no es una novedad. Sin embargo reserva momentos de enorme expansión y plenitud. Como éste, que no puedo disfrutar personalmente, pero que igual comparto con alegría y emoción. Mi texto parece tan virtual como el duplex. Pero no lo crean: aquí estoy. Y celebro desde la extrañeza de lo fantasmal la bienvenida a la edición. Enorme abrazo para Alejandro y gracias a ustedes por haberme escuchado.

Ana Guillot

Nació en Buenos Aires en 1953. Es profesora en Letras y ejerció la docencia secundaria y universitaria. Coordina el taller literario Tangerina y dicta seminarios de literatura y de mitología en su país y en el exterior. Como docente ha publicado “El taller de escritura en el ámbito escolar” (1987), y “¿Querés que te cuente el cuento?” (1989). Como poeta: “Curva de mujer” (1994), “Abrir las puertas (para ir a jugar)” (1997), “Mientras duerme el inocente” (1999), “Los posibles espacios” (2004), “La orilla familiar/la riva familiar” (2009, ed. Bilingüe castellano-catalán), y “La riva familiare” (Roma, 2009, selección)). También es co-autora de “La lección de las diosas” (2010). Colabora con publicaciones del país y del exterior. Su obra ha sido publicada parcialmente en España, Venezuela, Chile, Uruguay, Méjico, Austria, Estados Unidos, Italia, Nicaragua, Perú, Brasil, Holanda, Polonia y Puerto Rico; y traducida a los respectivos idiomas. Tiene una novela inédita, “Chacana”.

Reportaje Revista Caminando

Este es un reportaje que me hicieron en la Revista Caminando sobre el libro y mi profesión de Consultor Psicológico

http://www.caminandoinforma.com.ar/elarticulodelmes/htm

Prólogo

“.... Porque todas ellas respiran una profunda humanidad que las hermana. Y están bien escritas, lo que al fin y al cabo es una virtud grandiosa en este mundo que renuncia cada vez más a la pausa –y a la belleza- de elegir el adjetivo correcto y el verbo pertinente. Dejémonos de introducciones y prólogos, y permitamos al lector que se aventure en sus aventuras. Al final del viaje se sentirá mejor que antes de iniciarlo, como corresponde que suceda cuando uno toma contacto con las cosas bellas.”

Eduardo Sacheri

Duplex

“Le llamará la atención que, siendo el vecino contiguo a su casa, le escriba este correo electrónico. Es que a pesar de encontrarnos en distintas oportunidades entrando o saliendo, ambos parecemos tener una vida muy activa y apurada; por lo que percibí que no íbamos a poder sostener un diálogo más allá de los saludos que nos enviamos cada vez que nos cruzamos...”

En mi playa

“Tantas veces la reconocía, tantas me quedaba embelesado con su figura en movimiento; sus brazos como alas recubriendo el aura; sus dedos indicando lugares inexistentes; la falda de su vestido remontando el aire hasta dejar apreciar sus muslos, tersos. Una selección de perfumes cubriéndola para que sea siempre ella...”

La tuba

“Cuarenta y tres días habían pasado. Norberto crecía en espíritu
y se convertía en hombre sin saber. Cuarenta y tres días
había durado la transferencia genética de afectos y sinceramientos.
Entre los dos, habían logrado abrir el universo, y lo
miraban sorprendidos. Usaron la metáfora y cocieron en olla
de barro la sencillez. No había cuentas atrasadas, no aparecieron
sábanas sucias, no se miraron con culpa. Y se abrazaron
sin dolor.”

Ramirez, salame y vino

“Luego se quedaron unos minutos mirándose mutua
y cariñosamente. Juan, con agradecimiento en sus pupilas; y
Horacio, buscando inspiración que lo pudiera ayudar.
Fue Horacio quien rompió ese silencio conversado: -¿Qué
te pasa, Juancito?
-La verdad es que quiero fumar- contestó Juan desde la
ausencia.
-Es que ahora lo que tenés que hacer es comer, Juan. Si
no, vamos a estar todos embromados- le contestó con tono
cómplice....”

El día en que secuestraron a Segundo

“...la mayoría, curiosos pasajeros innecesarios. Frente a
la farmacia, una mujer (después me enteré de que se llamaba
Clara) estaba como poseída por el don del mando. Parecía que
veía cosas que nosotros no veíamos. Hacía círculos con los
pies, como marcando el terreno; y hablaba tanto que nadie,
pero nadie, la podía seguir.”

El cuaderno

“Fue allí donde se me ocurrió comprar algo, para escribirle a
María durante los últimos quince días antes del casamiento ypara regalárselo tiempo después.
Buscaba algo práctico para poder llevar encima. Siempre
escribí poemas y, si me brotaba uno, tenía que estar preparado...”

Una contracción involuntaria del diafragma

“La ventana del lado de Posadas estaba abierta, y la atmósfera
era perfecta para escuchar a You Oein Sie, interpretando
en violín unas antiguas canciones chinas. Con exacta ceremonia,
abrió la caja de habanos y preparó la escena para fumarse
un Romeo y Julieta robusto. Luego del primer deleite se
sentía preparado para servirse, del humificador, una copa de
Vistalba, la última medalla de oro de Pulenta. Se merecía eso...”

Rodelita y Cyanila

“En el crepúsculo de la tarde entrerriana Antonio surcaba
las cuchillas de la ruta once de regreso a casa, con el camión
lleno de fruta y el cuerpo molido por un día interminable. El
serpenteo continuo le provocaba cierta diversión. Esto y la radio
lo transportaban a otro mundo, pasajero y descansado.
En el límite intangible entre la luz y la noche, se aferraba
a no encender las luces del camión, tratando de robarle unos
segundos a la penumbra. En ese relámpago de oscuridad, tuvo...”

Mariposas

“...Según Julio todas las arboledas están cambiando de color
por la polución, el smog. La cuestión fue, que después de batallar
un buen rato distintas alternativas: que se fueron, que se
extinguieron, que el calor, que la humedad, que la gente, que
la vibración, nos quedamos convencidos de que no se sentían
atraídas por el color del tronco de los árboles. No sé si te diste
cuenta de que ahora todos los árboles son casi negros, que ya...”

Virrey del Pino 1463

“En una noche como aquella, no tan distinta, se desató la
tormenta tropical como para dormir bien, acurrucada, húmeda,
fetal, amaneció sin ropas, dominadora del espacio y encadenada
de su tiempo.
La mañana estaba cargada por el espesor de la selva misionera,
el calor no dejaba mover las paletas del ventilador de
techo, el sibilar de los engranajes se confundían con el aullar
de los monos y las carcajadas de los Arasaríes...”

Ulises

“Al despertar el día, Ivo nadaba, como todas las mañanas,
rumbo a la playa. Era un niño que, por decisión propia, era
feliz; y para esto debía ser niño por siempre. Era tal su gracia
que su cariño se reflejaba como agua cristalina entre todos los
que miraba. Al salir del mar, caminó directo hacia Ulises para
secarse al sol. La mañana estaba tan clara que se podía ver más
allá de los ojos. Se sentó al lado de Ulises, indiferente a su presencia.
...”

El Soltel

“Por sus retinas pasan las imágenes de tantas vidas como
ha tenido.
Con la parada erguida su belleza no puede ser admirada
por nadie. El pecho es gris, en tonos lila. Las plumas son de
un azul intenso, y un suave brillo lo acaricia; las manchas naranjas
se confunden formando calles, de líneas intermitentes,
sin un orden aparente. La elegante cabeza, en ángulos firmes,
está mechada por una cresta en tonos bordó; con dos plumas
en rojo y anaranjado. Perfecto. Un cuello blanco, afirmado
con una delgada corbata al tono resalta aún más el porte...”