“Luego se quedaron unos minutos mirándose mutua
y cariñosamente. Juan, con agradecimiento en sus pupilas; y
Horacio, buscando inspiración que lo pudiera ayudar.
Fue Horacio quien rompió ese silencio conversado: -¿Qué
te pasa, Juancito?
-La verdad es que quiero fumar- contestó Juan desde la
ausencia.
-Es que ahora lo que tenés que hacer es comer, Juan. Si
no, vamos a estar todos embromados- le contestó con tono
cómplice....”
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